
Hace mucho, mucho tiempo, vivía en la lejana Persia el Shah. Estaba casado con una bella y buena mujer y tenía un hijo llamado Ikbal. Pero un dia una gran desgracia ocurrió en su casa: durante una cazería el Shan se calló del caballo y falleció.
Ikbal era todavía demasiado pequeño, por ello subió al trono el hermano del difunto Shah. El desde hace tiempo estaba enamorado en secreto de la reina y apenas espero a que pasara un año de la muerte de su hermano para pedirle matrimonio. De esta unión nació un niño al que llamaron Saudal.
La suerte no fue benevola con el nuevo Shah, le sobrevino una grave enfermedad y despues de algún tiempo murió. Sin embargo antes de su muerte llamo ante su presencia a la reina a la que aconsejó como debía elegir al nuevo Shah entre sus dos hijos.
- Cuando Ikbal y Saudal crezcan deberas elegir a uno de ellos para que ascienda al trono, aquel que de muestras de mayor inteligencia y bondad será Shah.
Los años pasaban y los dos niños crecían, sólo de vez en cuando preguntaban a su madre:
- ¿Cual de nosotros será el futuro rey?
Y ella respondía con un suspiro:
- Se sentará en el trono aque que sea el más sabio y bueno.
Pero en el fondo de su alma sentía que la elección sería dificil ya que los dos muchachos eran intelingentes y buenos, pero ya la vida los había convertido en adversarios.
Paulatinamente los criados ,después la corte y finalmente los ciudadanos empezaron a sentir su predilección por uno u otro de los hermanos. Muchas veces los consejeros del rey se reunían y ponían a prueba el intelecto de ambos jovenes quedaban asombrados ante la brillantez que ambos demostraban. Y además ambos eran valientes y buenos, lo cual dificultaba aún más las cosas. Finalmente los consejeros se runieron por última vez y dicidieron que debía ser la reina la que tomara partido en la resolución del acceso al trono.
Pero ella no podía decidir cual de los dos era más digno, porque tanto uno como el otro eran sus hijos. Nada podía para el enfrentamiento cada vez más visible entre ambos. Toda Persia se dividia en dos. Todos esperaban con el alma en vilo el enfrentamiento por el trono.
El enfrentamiento no se hizo esperar. En una amplia llanura en las afueras de la ciudad las dos tropas se enfrentaron en una salvaje lucha. Al frente de los ejercitos estaban los soldados de infanteria, detrás de ellos los lanzeros, detrás se encontraba la caballeria y al final se alzaban los elefantes con sus torres de lucha. Los dos ejercitos eran exactamente iguales ya que el ejercito persa se había dividido en dos partes iguales. Y aunque los dos hermanos eran ahora adeversarios se seguían queriendo como hermanos que eran. Por ello pidieron a sus soldados que nadie hiriera al dirigente adeversario. Si alguno de los hermanos corria el más mínimo peligro los soldados lo advertína gritando: ¡Defindete Shah!.
El derramamiento de sangre comenzó. Durante el primer dia murieron gran parte de la infanteria de los dos bandos. Al segundo dia no sobrevivió ni uno solo de los lanzeros. Al tercero la caballeria quedó mermada. Entonces Ikbal dió muestras de su inteligencia presentandose con los elefantes por la espalda del ejercito enemigo. Saudal comprendió que había perdido la batalla, a pesar de que sus soldados le gritaban: ¡Defindete Shah!, Saudal no hizo nada. Su corazón se desgarraba de dolor debido a la humillación y se desplomó en el suelo.
- ¡Al-shah-mat! ¡El Shah a muerto! -gritaban los soldados mientras Ikbal comenzaba a llorar.
Desde la torre más alta del palacio la reina esperaba con el corazón encogido seguía la batalla: sabía que pasara lo que pasara perdería a uno de sus hijos. Y todas las madres quieren de manera identica a todos sus hijos.
Cuando divisó en el horizonte a los elefantes con sus torres en las que ondeaban la bandera de Ikbal, desesperada se sintió morir. Ikbal nada más descender del elefantes se arrojó a los pies de su madre:
- Perdoname, madre, se que te he causado una gran herida, pero esto resuelve nuestro cruel destino.
- Tú mataste a tu hermano y nunca te lo perdonaré - le respondió su madre sollozando.
- No es verdad - se justificaba Ikbal - Yo no lo maté. No pudo soportar que fuera a perder la batalla. Nadie osaría infringir mi orden y levantar su espada contra él.
- ¿Será verdad? -susurró en voz baja la reina.
- Madre, dame tres días y te demostraré que no soy el asesino de mi hermano.
Ikbal llamó ante si al ebanista de la corte y le mandó hacer una tabla cuadrada de madera la cual debía ordenar con cuadros que posteriormente debía pintar alternando el blanco y el negro. Cuando el tablero estuvo terminado le mandó construir dos pequeño ejercito: uno negro de ébano y otro blanco del marfi. Cada uno de ellos debía tener: ocho peones de infanteria, dos lanceros, dos abanderados, dos caballeros y dos elefantes don sus torres. Al final cuando todas las figuras estaban terminadas comenzó a tallar dos majestuosos Shahs.
Cuando estuvieron listos Ikbal llamó a su madre para demostrarle como transcurrió la batalla mostrandoles los movimientos de ambas tropas deslizando las figuras por el tablero.
- ¡Ves madre! Yo hize abanzar mi infantería hasta aquí y Saudal la suya hasta este punto. Después los lanzeros abanzaban y chocaban... Después de esto la caballería de Saudal se desplazó hacia delante y la mía respondió a sus atacantes de la misma manera, atacando. ¿Ves de que manera transcurria la batalla? Siempre que había algún peligro para Saudal o para mí los soldados gritaban: ¡Defindete Shah! Y así nos podiamos retirar a un lugar seguro. Saudal fué muy valiente -recordaba con tristeza Ikbal- pero cometió un error durante la maniobra. Cuando mis elefantes repentinamente lo rodearon, comprendió que había sido derrotado. Se rompían las defensas de su ejercito y su corazón no pudo resistirlo. Esta fue la causa de la muerte de Saudal.
La reina se dió cuenta de la inocencia de Ikbal y dijo:
- Comprendo que no tienes culpa y por ello no te reprocho nada. Juntos superaremos la muerte de Saudal. Desde ahora en adelante piensa sólo en tu reinado. Persia necesita un dirigente valiente y bueno.
Después la reina le pidió que le dejara el tablero con los dos ejercitos de ébano y marfil. Durante mucho tiempo moviño las figuras intentando encontrar un final diferente a la batalla. Pero por mucho que moviera las figuras al final de cada batalla uno de los dos Shah era derrotado. Y así continuó hasta el final de sus días buscando otra solución.
Enciclopedia Cuentos Clásicos
Edición Gema
Sofia 2002
Traducción Sonia del Moral