Tuesday, August 16, 2005

El juego del ajedrez


Hace mucho, mucho tiempo, vivía en la lejana Persia el Shah. Estaba casado con una bella y buena mujer y tenía un hijo llamado Ikbal. Pero un dia una gran desgracia ocurrió en su casa: durante una cazería el Shan se calló del caballo y falleció.
Ikbal era todavía demasiado pequeño, por ello subió al trono el hermano del difunto Shah. El desde hace tiempo estaba enamorado en secreto de la reina y apenas espero a que pasara un año de la muerte de su hermano para pedirle matrimonio. De esta unión nació un niño al que llamaron Saudal.
La suerte no fue benevola con el nuevo Shah, le sobrevino una grave enfermedad y despues de algún tiempo murió. Sin embargo antes de su muerte llamo ante su presencia a la reina a la que aconsejó como debía elegir al nuevo Shah entre sus dos hijos.
- Cuando Ikbal y Saudal crezcan deberas elegir a uno de ellos para que ascienda al trono, aquel que de muestras de mayor inteligencia y bondad será Shah.
Los años pasaban y los dos niños crecían, sólo de vez en cuando preguntaban a su madre:
- ¿Cual de nosotros será el futuro rey?
Y ella respondía con un suspiro:
- Se sentará en el trono aque que sea el más sabio y bueno.
Pero en el fondo de su alma sentía que la elección sería dificil ya que los dos muchachos eran intelingentes y buenos, pero ya la vida los había convertido en adversarios.
Paulatinamente los criados ,después la corte y finalmente los ciudadanos empezaron a sentir su predilección por uno u otro de los hermanos. Muchas veces los consejeros del rey se reunían y ponían a prueba el intelecto de ambos jovenes quedaban asombrados ante la brillantez que ambos demostraban. Y además ambos eran valientes y buenos, lo cual dificultaba aún más las cosas. Finalmente los consejeros se runieron por última vez y dicidieron que debía ser la reina la que tomara partido en la resolución del acceso al trono.
Pero ella no podía decidir cual de los dos era más digno, porque tanto uno como el otro eran sus hijos. Nada podía para el enfrentamiento cada vez más visible entre ambos. Toda Persia se dividia en dos. Todos esperaban con el alma en vilo el enfrentamiento por el trono.
El enfrentamiento no se hizo esperar. En una amplia llanura en las afueras de la ciudad las dos tropas se enfrentaron en una salvaje lucha. Al frente de los ejercitos estaban los soldados de infanteria, detrás de ellos los lanzeros, detrás se encontraba la caballeria y al final se alzaban los elefantes con sus torres de lucha. Los dos ejercitos eran exactamente iguales ya que el ejercito persa se había dividido en dos partes iguales. Y aunque los dos hermanos eran ahora adeversarios se seguían queriendo como hermanos que eran. Por ello pidieron a sus soldados que nadie hiriera al dirigente adeversario. Si alguno de los hermanos corria el más mínimo peligro los soldados lo advertína gritando: ¡Defindete Shah!.
El derramamiento de sangre comenzó. Durante el primer dia murieron gran parte de la infanteria de los dos bandos. Al segundo dia no sobrevivió ni uno solo de los lanzeros. Al tercero la caballeria quedó mermada. Entonces Ikbal dió muestras de su inteligencia presentandose con los elefantes por la espalda del ejercito enemigo. Saudal comprendió que había perdido la batalla, a pesar de que sus soldados le gritaban: ¡Defindete Shah!, Saudal no hizo nada. Su corazón se desgarraba de dolor debido a la humillación y se desplomó en el suelo.
- ¡Al-shah-mat! ¡El Shah a muerto! -gritaban los soldados mientras Ikbal comenzaba a llorar.
Desde la torre más alta del palacio la reina esperaba con el corazón encogido seguía la batalla: sabía que pasara lo que pasara perdería a uno de sus hijos. Y todas las madres quieren de manera identica a todos sus hijos.
Cuando divisó en el horizonte a los elefantes con sus torres en las que ondeaban la bandera de Ikbal, desesperada se sintió morir. Ikbal nada más descender del elefantes se arrojó a los pies de su madre:
- Perdoname, madre, se que te he causado una gran herida, pero esto resuelve nuestro cruel destino.
- Tú mataste a tu hermano y nunca te lo perdonaré - le respondió su madre sollozando.
- No es verdad - se justificaba Ikbal - Yo no lo maté. No pudo soportar que fuera a perder la batalla. Nadie osaría infringir mi orden y levantar su espada contra él.
- ¿Será verdad? -susurró en voz baja la reina.
- Madre, dame tres días y te demostraré que no soy el asesino de mi hermano.
Ikbal llamó ante si al ebanista de la corte y le mandó hacer una tabla cuadrada de madera la cual debía ordenar con cuadros que posteriormente debía pintar alternando el blanco y el negro. Cuando el tablero estuvo terminado le mandó construir dos pequeño ejercito: uno negro de ébano y otro blanco del marfi. Cada uno de ellos debía tener: ocho peones de infanteria, dos lanceros, dos abanderados, dos caballeros y dos elefantes don sus torres. Al final cuando todas las figuras estaban terminadas comenzó a tallar dos majestuosos Shahs.
Cuando estuvieron listos Ikbal llamó a su madre para demostrarle como transcurrió la batalla mostrandoles los movimientos de ambas tropas deslizando las figuras por el tablero.
- ¡Ves madre! Yo hize abanzar mi infantería hasta aquí y Saudal la suya hasta este punto. Después los lanzeros abanzaban y chocaban... Después de esto la caballería de Saudal se desplazó hacia delante y la mía respondió a sus atacantes de la misma manera, atacando. ¿Ves de que manera transcurria la batalla? Siempre que había algún peligro para Saudal o para mí los soldados gritaban: ¡Defindete Shah! Y así nos podiamos retirar a un lugar seguro. Saudal fué muy valiente -recordaba con tristeza Ikbal- pero cometió un error durante la maniobra. Cuando mis elefantes repentinamente lo rodearon, comprendió que había sido derrotado. Se rompían las defensas de su ejercito y su corazón no pudo resistirlo. Esta fue la causa de la muerte de Saudal.
La reina se dió cuenta de la inocencia de Ikbal y dijo:
- Comprendo que no tienes culpa y por ello no te reprocho nada. Juntos superaremos la muerte de Saudal. Desde ahora en adelante piensa sólo en tu reinado. Persia necesita un dirigente valiente y bueno.
Después la reina le pidió que le dejara el tablero con los dos ejercitos de ébano y marfil. Durante mucho tiempo moviño las figuras intentando encontrar un final diferente a la batalla. Pero por mucho que moviera las figuras al final de cada batalla uno de los dos Shah era derrotado. Y así continuó hasta el final de sus días buscando otra solución.


Enciclopedia Cuentos Clásicos
Edición Gema
Sofia 2002
Traducción Sonia del Moral

Monday, August 15, 2005

La Emperatríz Valiente


Hace mucho tiempo la soberana de Japón era la jovén y hermosa emperatríz Sotori. En tiempo de su mandato sucedió algo extrordinario. Se empezó a murmurar que en la vecina China había llegado un espíritu maligno llamado Guan. Se aparecía con la forma de un samurai que contaba con una gran compañía de soldados. Su intención era arrebatarle el poder a la emperatríz y alzarse con el poder.
Muchas veces la emperatríz Sotori envió a sus soldados contra Guan el invasor pero todas las veces era derrotada bien por el poder der las armas de su enemigo o bien porque Guan provocaba mediante un hechizo una gran inundación que devoraba a la tropa imperial.
- Majestad -lloraban los capitanes de Sotori- no podemos luchar contra esos criminales , nuestros soldados se mueren de miedo!
La emperatriz tenía fama de tener un carácter petreo pero ahora sentía que todo su mundo se venía abajo.
Una noche mientrás meditaba en una de sus inumerables noches de insomnio delante de ella se alzó un honorable anciano de larga barba.
-No tengas miedo, hermosa Sotori! Mi nombre es Jomusubi, Dios del fuego! Quiero ayudarte a luchar contra el malvado Guan, y así poder vengarme de las ofensas despiadadas que el me hizo hace muchos años. Si aceptas mi ofrecimiento mañana me uniré con tus soldados en la lucha. Se unirán así la fuerza de tus soldados y mi divinidad, juntos venceremos la magia maligna de Guan.
Sotori se inclinó con gratitud ante el dios del fuego.
- Te lo agradezco, Jomusubi, en nombre de mi desolada nación -excamó ella.
A la mañana siguiente llamó al más joven y valiente de sus capitanes:
- Oda Taro, en estos momentos todo depende de ti. Se que los soldados tienen miedo de Guan, pero tienes que pedirles que sean valientes, que esten preparados para sacrificarse y dar muestra de su valentía en la batalla definitiva.
El joven samurai respondió :
- Calmate, Emperatriz, y no te alarmes por nada. Estamos preparados para morir por ti si hiciera falta. Danos una semana y explusaremos a esos villanos de la isla.
Satisfecha por la respuesta del capitán Sotori confió en que con la ayuda de Jomusubi, el dios del fuego, lograran ganar la batalla.
Y así ocurrió, los soldados se pusieron en marcha junto con Jomusubi. Cuando los dos ejercitos se encontraron frente a frente en una amplia llanura la increible valentía del capitán Ora Taro y sus soldados forzó al enemigo a retroceder. La victoria estaba totalmente segura pero Guan de nuevo útilizó la magia. Una enorme ola, grande como una montaña se alzó frente a las tropas del emperador y justo hubiera sumergido a los valientes soldados imperiales si Jomysybi no la hubera dispersado. Después dirigió su espada llameante dirigiendose hacia el ataque.

- ¡Este es tu final Guan! Preparate para reunirte con la muerte.
El malvado Guan se encontraba resguardado detrás de una cortina de agua. Sus malvados seguidores hacían todo lo posible para resisitir el ataque de las tropas imperiales pero ante su escasez de fuerzas decidieron salvarse emprendiendo la huida hacia una montaña cercana. Pero Jomusubi los seguía de cerca.
Entonces Guan agacho su cabeza y con toda su fuerza golpeó una roca cercana. Su muerte estaba cercana y no tenía nada que perder. La roca empezó a desquebrajarse y de ella empezó a fluir lava. Un rio de fuego empezó a descender por la ladera de la montaña arrasando cuanta vida hubiera a su paso.
En el palacio imperial las noticias llegaron al mismo tiempo: la alegría por la victoria de Guan y la advertencia sobre la nueva desgracia que asolaba el país.Una lengua de fuego había llegado hasta una de las más grandes ciudades donde se apoyaba la cúpula celeste. De pronto el cielo empezó a romperse y los trozos comenzaban a caer al suelo. Por la hendidura se colaba un viento frio que lo congelaba y cubría el mundo en tinieblas. Una tenebrosa niebla lo invadió todo, nadie se atrevía a salir a la calle y hasta incluso el Hambre dejó de atormentar a la gente porque entre tanta oscuridad no podía ver nada.
Sotori combocó entonces a Jomusubi y a todos los sabios del Imperio para pedirles consejo. Razonaron y reflexionaron hasta que al final el Dios del fuego dijo:
- Manda encender a tus sirvientes una gran hoguera en la cima de la montaña más alta y haz que los todos los ciudadanos reunan diamantes blancos, rubíes rojos, zafiros azules, topacios amarillos y negro petroleo. Si tienes valor y sigues mi consejo podré ayudarte. Convertiré la hoguera en un fuego mágico, manda que lleven a la montaña el caldero más grande de todo el Imperio y vertirás dentro todos los elementos que te he dicho. Lo agitarás todo hasta que las piedras formen una pasta. Continuaras agitando y cuando la pasta empieze a brillar y antes de que se desquebraje te ayudaré a que subas a una nube y repares la grieta del cielo. Pero recuerda deberás trabajar deprisa y habilmente antes de que se enfrie la pasta. De lo contrario todos los esfuerzos habrán sido en vano. Hasta incluso yo, el Dios del fuego, no se si podría volver a ayudarte en una segunda ocasión.

Sotori escuchaba atentamente todo lo que tenía que hacer. En el momento oportuno se montó en una nube que la llevó hasta la horrible hendidura negra del cielo. Empezó a cubrirla con la pasta. De pronto empezó a sentir que se quedaba sin aliento y que su corazón estaba muerto de miedo. Poco después de cubrir el ultimo hueco descendió de la nube hasta el suelo. Un sol radiante empezó a brillar y unos rayos calidos calentaron la tierra. La gente empezó a salir de sus casas y a recorrer con alegría las calles.
Sólo que al anochecer les esperaba una nueva desgracia: por mucho que miraran al cielo la luna no se veía desde ninguna parte.Y así sucedió durante varias noches. La luna estaba desaparecida.
- Majestad -preguntaba la gente dandose la vuelta para mirar a la emperatriz -porque ya no hay luna? ¿Quién iluminará ahora nuestras oscuras noches con sus dulces rayos?
Nadie, ni Sotori, ni Jomysybi podían responderles.
Las noches sin luna se sucedían una trás otra, y la gente estaba cada vez más triste. Un día se presentaron en el palacio un campesino y su hijo afirmando que sabían las causas de la desaparición de la luna. Les presentaron ante la Emperatriz. Después de saludarla con una reverencia el jovén comenzó a decir:
- Durante años, cuando cuidaba cabras en la montaña, un día vi la entrada inmensa de una cueva. Ayer por la noche sin embargo noté que desde una pequeña abertura salía una extraña luz. Cuando me acerqué y miré al interior, ví, que toda la cueva estaba iluminada por una luz...
- Continua -suplicó la princesa - di que viste, no te detengas!
El jovén volvió la mirada hacia su padre el cual asintió con la cabeza alentandole, después añadió en voz baja:
- En un rincón de la cueva estaba refugiada ... la luna!
- No perdamos más tiempo -indicó la Emperatriz -Todavía estamos a tiempo de avisar a Tsykiiomi, el dios de la luna, que el orden celeste debe ser reestablecido.
- Yo iré, majestad -dijo el jovén poniendose en pie.
Ensillo rapidamente su caballo y voló como un relampago. Al siguiente atardecer, cuando el sol se ocultó en el horizonte, la luna lentamente apareció en el cielo.Desde los campos de arroz hasta los jardines de palacio se escuchaba una alegre exclamación. La Luna después de esto comprendió cuanto la quería la gente. Desde entonces siempre que se mira atentamente hacia la luna llena, ve que su cara redonda le sonrie!



Enciclopedia de Cuentos Clásicos
Edición Gema
Sofia 2002
Traducción Sonia del Moral
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Friday, August 12, 2005

Vespre

Cap al vespre es quan estas com a cansat
i no saps el que fer i et quedes fixat
i et trobes molt sol i el soroll s' esvaeix
i mires al carrer i no hi ha gaire gent.
I canvien els sons i tot sembla mes mort
i vols cridar ben fort que n'estas fins als collons
Cap al vespre estas trist i no saps on anar
i et prepares un whisky
i no te l pots acabar
I t' encens un cigarro sense ganes de fumar
i l'apagues aviat i et tornes a aixecar
i de sobte tens por de sentir te tan buit
i te'n vas cap el pub i no trobes ningu
I surts fora al carrer i comences a correr
i el vent et va assecant el que sembla una llagrima
i t'atures cansat amb el nas ple de mocs
i t'empatxes de nit i respires ben fort
Cap al vespre es quan estas com a cansat
i no saps el que fer i et quedes fixat
i et trobes molt sol i el soroll s'esvaeix
i mires al carrer i no hi ha gaire gent


Els Pets

El bó i mijor

Wednesday, August 10, 2005

Soledad


Se llena mi alma de tristeza
cada vez que tu nombre
aparece en mi vida.

Estas aquí a mi lado
susurrandome palabras al oido
que aún estando rodeados de gente
no escucha nadie más que yo.

Tuesday, August 09, 2005

Ojos tristes

Querido Daniel, no te preguntaré cómo estás ya que considero que teniendo en cuenta la situación actual, cuando uno no está no puede estar de ninguna manera. Te escribo esta carta por necesidad de poder decirle al infinito en el que te encuetras tú lo mucho que te añoro, y que te quiero desde aquel primer dia en el que tus ojos tristes se cruzaron con los mios en aquella lejana tarde de otoño hace más de siete años. Desde entonces no ha habido (ni tampoco creo que lo haya) un solo dia en el que no te haya amado, en el que no haya soñado contigo. Daniel, Daniel.... Se que jamás podré querer a nadie tanto como te he querido a tí; porque aunque ha pasado el tiempo y hemos terminado en puertos diferentes, aún en la soledad de la noche mis labios traidores siguen pronunciando tu nombre. Nunca me han gustado las despedidas así que dejaremos que eso sólo sea un hasta pronto.